viernes, 7 de noviembre de 2014

"Su" primera Oración





Lo de hacerse hermana de la cofradía era lo de menos (finalmente lo fuiste) pero siempre estuviste ahí, casi desde el primer momento, no sólo como feligresa fiel de la parroquia sino además, y dada nuestra conexión familiar, como una más:
aquel primer Martes Santo ("mira, ése que va como Juan XXIII, es mi nieto"); jurar como hermana de pleno derecho ("qué alegría me da que tu padre me haya puesto la medalla"); fiel a los Cultos de Reglas ("ya se me ha olvidado echarme la medalla en el bolso; mañana mismo la traigo sin falta"); alabar el trabajo desinteresado ("me he leído entera la revista de la cofradía; ¡qué bien la has hecho!"); quedarse a ver la "levantá" de los pasos ("sin falta nos quedamos el sábado tras la misa como todos los años"); venir a la Eucaristía de Salida ("dadme dos besos; yo luego os veo desde el balcón y en la televisión"); disfrutar en familia de aquellas Cruces de Mayo ("ya os traigo la tortilla y ahora nos sentaremos a comer como siempre")
Sin embargo, de entre los muchos recuerdos relacionados con la hermandad, hay uno que nunca habré de olvidar: llevaba poco en casa, siquiera unos días, a la espera de un futuro como titular que nadie adivinaba aún sería positivo; su reacción entonces al verla resuena en la memoria ahora que ha partido ("Ay, Madre mía, que a ti te han rezado mucho"), yendo a su casa a por lo mejor que tenía para cubrirla y un rosario, santiguarse luego de rodillas y rezarle a continuación.
Sí, sin dudarlo, fue la primera devota de la Virgen en Linares.
Y allí en el cielo la ha recibido, junto a quien la precedió y la quiso tanto, "su novio", desde donde velan ya por todos nosotros.


-dedicado a mi abuela, que fue la mejor cofrade (a su manera) que he conocido nunca-

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias hijo mío, ella se sentiría muy orgullosa de lo que has escrito. Que nos protejan desde arriba

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